La mayor parte de las centrales eléctricas utiliza el calor
para producir vapor de agua a alta temperatura y presión; éste hace girar una
turbina de vapor que, a su vez, mueve el generador eléctrico (alternador).
En resumen,
la energía interna de los combustibles se libera en forma de calor para
producir un movimiento de turbinas que genera corriente eléctrica.
Cuando son combustibles gaseosos (y en algunos casos también
con los líquidos), los gases de combustión accionan directamente las turbinas
(turbina de gas).
La tendencia hoy es la generación asociada de turbinas de
gas y de vapor (producido a partir de los gases calientes de escape), con lo
que se alcanzan rendimientos de producción eléctrica más elevados que con los
ciclos convencionales.
Un último sistema, aplicado en instalaciones de baja
potencia, es el empleo de motores diesel para mover directamente el generador
eléctrico. Todas ellas producen emisiones de CO2.
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